Frente a otros soportes, como el televisor y la pantalla gigante, internet aporta mayores beneficios al género triple x con sus recursos específicos como la webcam, los video-chats, las escenas a pedido; pero, sobre todo, mediante la interacción en tiempo real que otorga la posibilidad de sofisticar la práctica de la mirada a un objeto más preciso y en circunstancias más afines a nuestra voluntad (o, mejor dicho, a nuestro deseo). Como además, las imágenes porno en su origen se producen digitalizadas, la computadora es su destino natural. Hay una tendencia definida en la red a ofrecer cortos y traileres de películas que, en última instancia, pueden descargarse completas por medio del e-bay o encargarse por correo convencional. En conclusión, internet no perjudica a la industria porno, más bien la beneficia, porque la complementa y la promociona. Entonces, el soporte físico es para las películas, e internet para la mirada interactiva y la ilusión o el juego de la participación y el vínculo personal. La masividad del soporte potencia la despolitización, descompromete, que es lo que siempre anheló el consumidor de pornografía: no tener testigos indeseados ni revelar públicamente su preferencia por el género ni tener que dar explicaciones a nadie ni argumentar para defenderse de sus gustos personales y actividades íntimas.
Debajo: breve secuencia de "La vista".
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